En los últimos años la delincuencia
en Holanda ha sufrido un gran descenso, una buena noticia para el país que ha llamado la atención de muchos de sus países vecinos.
Es
tal la escasez de reclusos en el país, que Holanda ha decidido alquilar sus
cárceles y así, importar presos de otros países con recursos penitenciarios
saturados, como Bélgica y Suecia, con altas tasas de delincuencia.
Las
celdas de las cárceles holandesas cuentan con baño privado, televisión,
escritorio y nevera, además los presos con largas condenas pueden dedicarse al
trabajo de una huerta propia o a la cría de animales. Asimismo, los centros no cuentas con celdas de aislamiento y los presos reciben sus
visitas en privado.
Un gran número de cárceles
holandesas han tenido que reinventarse debido a las medidas alternativas de
reinserción social de los delincuentes y a la reducción de la criminalidad en los
Países Bajos. Unas han optado por alquilar sus celdas, otras por convertirse en
residencia de refugiados que huyen de la guerra en Siria e Irak, otras se
destinarán a acoger solicitantes de asilo a partir de 2017 e incluso existe una
prisión que, se ha transformado en un hotel de lujo.
Las causas de una tasa de
criminalidad tan baja, puede que se encuentren en la legalización de las
drogas, además de un idílico modelo de respeto e igualdad social enfocado en la
rehabilitación sobre el castigo y un novedoso sistema de control en el tobillo
que permite a los presos permanecer activos, localizados y contribuyendo
laboralmente al crecimiento del país. Un estudio realizado en 2008, demostró
una mayor eficacia en este sistema de monitoreo electrónico en la reducción de
la tasa de reincidencia, hasta la mitad en comparación con el tradicional
encarcelamiento.
Otra medida del Gobierno holandés,
consiste en imponer a los reclusos el pago de 16 euros diarios por estar entre
rejas. Es una forma de ahorrar y de que el preso entienda que forma parte de
una sociedad y que si comete un delito, tiene la obligación de contribuir al
gasto que ocasiona.
En contraposición con otros modelos, destaca del holandés, que los penados siguen considerándose parte de la sociedad. No se estigmatiza y encasilla en un rol de delincuente favoreciendo así la reinserción. En España por el contrario, el número de reclusos está aumentando desenfrenadamente.
Este desconcertante fenómeno se corresponde con el que ocurrió en Holanda en los años 80. Pasó exactamente lo mismo, la delincuencia disminuyó pero el número de presos aumentó. Esto se debe fundamentalmente a un endurecimiento de las penas y a un descuido de los principios sociales así como un desuso de la rehabilitación y reinserción, además de la estigmatización social a la que se somete al preso.
Este clima ha aflorado en España
desde la adopción del Código Penal de 1995, provocando un aumento desmedido de
la población penitenciaria además de duplicarse el tiempo medio de estancia en
prisión.
Si bien es cierto que los
delincuentes deben de asumir las consecuencias de sus actos, la privación
de libertad tiene un efecto contraproducente en las personas, ya que, lo único
que se consigue es incrementar aún más el perfil de criminal. Quizá sea mas favorable seguir la pauta holandesa, optar por el aprendizaje, la rehabilitación y la reinserción
social, evitando así el encasillamiento de esta población y favoreciendo de
este modo su avance.