A menudo se hacen públicas Sentencias judiciales sobre hechos delictivos cometidos por menores de edad que nos hacen plantearnos que hay algo que socialmente, no funciona correctamente.
Tras
muchos de estos planteamientos, un nombre resuena habitualmente, el del Juez de
Menores de Granada, Don Emilio Calatayud. Un hombre de ideas claras y con un
pasado rebelde, como el de cualquiera de sus actuales pupilos.
Este
juez famoso por sus creativas sentencias, ha marcado no sólo una línea a seguir
en el proceso judicial reeducativo y ejemplarizante, sino que además ha
acercado al común de los mortales una materia en muchas ocasiones desconocida y
de la que sólo se habla cuando el hecho cometido es de extrema gravedad.
Los
titulares que remueven conciencias, en los que menores abusan de sus
compañeros, agreden a sus padres o chantajean a sus parejas cada vez son más
recurrentes. ¿Realmente la cosa está tan mal?
Según
la estadística judicial, y en palabras del propio Calatayud, “han subido los
delitos en la comunidad autónoma (refiriéndose a Andalucía), lo que demuestra
que debe ser cierto que la economía ha empezado a mejorar y la crisis va
perdiendo fuerza”.
Entre
sus sentencias ejemplares, y que él mismo publica en su blog, que os invito a
visitar aquí y de cuya recopilación ha sido editado un libro, destacan entre otras condenas
a aprender a leer, a dibujar un tebeo o aprender a ser buenos padres.
Un
juez políticamente incorrecto que cuenta ante los medios lo que muchos no se
atreven a decir, un modelo de Justicia Educadora y correccional que quizá
debiera hacerse notar en otros muchos puntos de la geografía. Soluciones
flexibles para encauzar a jóvenes que muchas veces cometen delitos porque
tienen todo lo que piden.
En
una reciente entrevista de ElMundo.es Calatayud afirmaba que un padre que es
amigo de su hijo lo que hace es dejarle huérfano y que en muchas ocasiones son
los padres los que fomentan que sus hijos no vayan a estudiar. Los problemas
económicos en el seno familiar son una de las principales causas en la
delincuencia juvenil, pero también la incomprensión y el deseo de captar la
atención. Así relataba que el 80% de los que cometieron un delito no son
delincuentes.
Quizá
debamos salirnos del patrón establecido y aplicar la Ley de una forma más
flexible como el Juez Calatayud. Quizá el problema no sólo venga de una
normativa rígida y de unos juzgados inflexibles, quizá el problema sea más
social que penal, quizá en la educación esté la clave. El debate como siempre,
está servido.
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